El diario
Granma publicó un interesante artículo sobre Marta Terry quien siempre será para todos los bibliotecarios un ejemplo a seguir, aqui le dejamos esta recomendación.
Las bibliotecas son una fuente
inmortal de informaciones, archivos, comunicación y, como es natural,
una de sus funciones principales es el almacenamiento sistemático de
esos factores y muchos más. Verdaderamente las bibliotecas son como esos
espejos pacientes en donde se reflejan las culturas más disímiles de
cualquier latitud.
Un bibliotecario no es otra cosa que el hilo conductor de esos
procesos, es decir, como una llave mágica que nos auxilia a penetrar en
mundos inexplorados, conocidos o no; quien pone al alcance de nuestras
manos el saber necesitado, pedido o soñado por nosotros mismos desde las
primeras aventuras escolares.
Marta Terry es bibliotecaria y algún tonto podría preguntarse: ¿y por qué?
Yo respondería sin pensar: por elección, vocación y esa firme
voluntad de servir al lector más simple y al más sofisticado
investigador. Ella ha sido una bibliotecaria que ha puesto en manos de
niños, adolescentes y adultos de varias generaciones de cubanos de la
Isla, y aun en otras latitudes, libros de los que han brotado raíces de
permanencia y esa sabiduría, siempre popular, como esas flores
invernales en el Trópico.
Con desinterés y entrega, se ha dedicado en una larga trayectoria
intelectual al acopio de datos sobre determinadas disciplinas, en
específico de las del área de las humanidades y, asimismo, a la difusión
de temas envueltos en las polémicas más arduas de su época, o no.
Poco importa ahora si su escritor preferido, o su conferencista
favorito, se anotan puntos en contiendas cotidianas, en el aula, o en la
tribuna; en el quehacer público de todos los días, en fin, en los
llamados medios masivos de comunicación; o en la sala de su casa
particular.
No en balde dos eminencias de la bibliotecología, Kate Williams y
Abdul Alkalimat, en su libro Las raíces y las flores: La vida y obra de
la bibliotecaria afrocubana Marta Terry González, nos acercan a la
vocación de esta mujer, a una elección que la ha distinguido no solo por
su sostenida tenacidad a lo largo de varias décadas, sino por su
marcado sentido de pertenencia a una identidad, a una familia, a un
conglomerado, a una sociedad, a un mundo independiente, moldeado por
sentimientos de gran calidad humana.
Marta Terry, dispuesta siempre a conservar, coleccionar, clasificar,
servir para orientar a ese candoroso lector hacia el conocimiento puro y
hacia la reflexión de su entorno social, comunitario y nacional.
Siempre entregando lo mejor de sí, propiciando una aleccionadora
aventura a todo aquel o aquella que pretende acercarse a los libros para
alcanzar ese mejoramiento humano que tanto añoraba José Martí, el poeta
de La Edad de Oro.
Conocer nuestro origen, comunicarnos unos y otros, valorar la carga
del pasado –no siempre noble–; romper tensiones, distenderlas; abrir
horizontes y mostrarlos en su hermosa diversidad le han proporcionado a
Marta Terry ese ojo siempre alerta, siempre en busca del futuro en cuyo
seno hay una innegable modernidad que no solo debemos admitir, sino
apreciar en su justo valor.
Contra todo tipo de tiniebla intelectual, la obra de esta
bibliotecaria fue del amor a los más antiguos pergaminos hasta el
universo digital electrónico. Con sus manos, su carácter y su voluntad
Marta Terry fue abriendo los caminos hacia la liberación de los seres
humanos y, en primer lugar, de sus compatriotas haciendo del módulo
intelectual que es una biblioteca en un centro común de ideales, en un
surtidor de nuevos paisajes e insólitas formas de comunicación
solidaria.
*La destacada bibliotecaria, profesora e investigadora Marta Terry,
falleció el pasado 18 de junio en La Habana, a los 87 años de edad.